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Todos los seres humanos venimos con habilidades y destrezas para ayudar a nuestros semejantes pero no cualquiera posee el don para convertirse en voluntario de la Defensa Civil, para brindar apoyo en el momento de socorrer a las víctimas de un desastre natural, humano, un accidente o atentado. Es importante tener en cuenta, que aquellas personas que desean brindar ayudar a la gente a pesar del riesgo que implique en su vida deben además ser fuerte física y mentalmente, deben tener familia o una buena red emocional quienes serán en su momento los que proporcionaran apoyo y fortaleza para asumir con valentía cada uno de los sentimientos que se pueden gestar luego de una emergencia.
Por lo anterior, es necesario saber que para ser un buen rescatistas es importante tener vocación, fortaleza, inteligencia, estar alerta, creatividad, motivación, saber trabajar en equipo y flexibilidad. Durante su carrera como voluntario tiene la posibilidad de crecer académicamente y de entrenarse en cada área en la que se sienta más seguro ya que esto permite que haya menos riesgos y mejore su fortaleza. Ningún voluntario recibe remuneración por su trabajo, pero sí se le entrega a cada uno un seguro de vida en caso de accidente o de muerte, pero especialmente la satisfacción de haber ayudado y/o salvado una vida.
Cada una de las personas que pertenecen a la Defensa Civil, en muchas ocasiones han tenido que aprender a contener sus emociones, a estar lejos de su familia, a resistir el hambre, el sueño y el dolor; a perder el miedo de no volver a ver sus seres queridos ante una misión. Toda esta fortaleza y disciplina, esta dado por el amor y la vocación de servicio, además del esfuerzo que realizan los instructores en su formación y fortalecimiento mediante los exigentes entrenamientos físicos y mentales que reciben.
Cada uno de los voluntarios están en constante riesgo, así como factores que pueden propiciar el riesgo en los rescatistas, predisponiendo a trastornos psíquicos como son: la mala preparación técnica, la ausencia de red de apoyo social, la alta vulnerabilidad al estrés, los problemas psicosociales (económicos, desempleo, pareja), la exposición prolongada al desastre o sus consecuencias, los problemas de organización del trabajo (no disponer de equipos necesarios, demandas excesivas, etc.), la falta de sueño, el consumo de alcohol y la mala selección del personal.
De lo anterior, un signo a tener en cuenta es el estrés, que es un signo de alarma de supervivencia en un momento de tensión o amenaza, que nos puede ayudar a salvar nuestra vida y la de otras personas, por eso debemos ponerle atención, pero en el momento en que se empiezan a presentar signos como trastornos del sueño, falta de apetito, dificultades en las relaciones interpersonales generando problemas en su desempeño social, familiar y laboral durante más de tres semanas, quiere decir que están sufriendo de estrés postraumático. José Posada, psiquiatra y asesor en salud mental del Ministerio de Protección Social, explica que el desarrollo de este trastorno depende de la personalidad de cada rescatistas y de lo impactante que sea lo que observó en la zona de desastre.
El Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) es una afección que aparece tras un evento traumático capaz de causar malestar en casi cualquier persona y que se acompaña de respuestas patológicas como, recuerdos intrusivos del evento, pesadillas y reactividad exagerada. En estos la exposición a emociones intensas se ven reforzadas por las condiciones especiales de trabajo en la que realizan su labor, la vivencia de muertes masivas o personas sufriendo y la posibilidad de trabajar bajo amenaza física real para ellos mismos, implica grandes demandas físicas y psicológicas que ponen a prueba la resistencia, el coraje y las capacidades técnicas de estas personas.
Es importante que hablemos y exterioricemos aquellas cosas que nos pueden estar produciendo malestar, como forma de terapia para no guardar aquello que en un momento determinado nos puede causar malestar.